Se vendrán tiempos difíciles para el Colectivero, que volverá a embarrarse en el largo camino del fútbol amateur. La historia de un club ejemplo que terminó de la peor manera.

Crucero del Norte volvió a sufrir un golpe difícil de digerir: el descenso, una palabra que en los últimos años se convirtió en una sombra persistente para el club misionero. El Colectivero, que alguna vez fue sinónimo de crecimiento meteórico y sueños cumplidos de Primera, hoy atraviesa el momento más triste de su corta pero intensa historia.
De las rutas a la elite
Nacido como un proyecto singular en el interior del país, Crucero sorprendió al mundo del fútbol argentino con un ascenso imparable: del Torneo del Interior hasta llegar a la Primera División en 2015. Ese año se dio el lujo de enfrentar a River (en Chaco), Boca en La Bombonera, Independiente en Santa Inés, dentro un estadio que se preparó a contrarreloj para recibir a los gigantes del fútbol argentino.

Aquel equipo, que tuvo nombres como Gabriel Avalos, José Dujaut, Ernesto “Pinti” Álvarez, Germán Gamarra, el propio Dardo Romero y la conducción de técnicos como Gabriel Schurrer y Sebastián Rambert, dejó huella en la memoria colectiva. Incluso en el Nacional B logró victorias épicas frente a clubes históricos, consolidándose como un protagonista inesperado que llevó a Misiones a lo más alto.
El declive: entre cambios y frustraciones
Sin embargo, tras aquella temporada en Primera, el retroceso fue rápido y doloroso. La falta de resultados, la salida de referentes y la imposibilidad de sostener un proyecto competitivo marcaron el inicio de la caída.
Crucero vivió una seguidilla de cambios de entrenadores que nunca lograron dar con la tecla, y planteles armados con la urgencia de salvar la categoría, pero sin continuidad ni identidad futbolística.
El “Colectivero” pasó de soñar con pelear en la elite a tener que batallar en torneos cada vez más modestos, donde el peso de la historia ya no alcanzaba para imponerse.
Un presente doloroso
Este último descenso es la confirmación de un ciclo que se cerró sin gloria. Crucero del Norte, que en su momento fue un ejemplo de gestión innovadora en el interior, no pudo sostener aquel envión y hoy paga las consecuencias.
Las últimas campañas fueron un calvario: resultados esquivos, rendimientos irregulares y un plantel que, pese a los esfuerzos dirigenciales, nunca encontró la cohesión necesaria para evitar lo que parecía anunciado.
¿Qué queda ahora?
La herida es profunda, pero la historia de Crucero demuestra que los sueños pueden hacerse realidad incluso en tierras poco acostumbradas al fútbol grande. La reconstrucción demandará tiempo, planificación y volver a confiar en un proyecto que respete la identidad que lo llevó a ser el orgullo de Misiones.
El club que supo enfrentar a los gigantes del país ahora deberá reinventarse desde abajo, con la esperanza de que este nuevo golpe sea el punto de partida para volver a soñar.
